“Frente a esta cantidad de testimonios, el lector sagaz no
puede no anonadarse profundamente delante de este santo,
maravillándose de su vida y después de su muerte! Puede ser que
no seamos capaces de imitarlo ni de llegar a la altura de la
práctica de sus virtudes, pero no deja de atraernos fuertemente
al amor de Dios y del prójimo, en la medida de la posibilidad de
cada uno de nosotros, y según la vocación particular a la que
Dios nos haya llamado, repitiendo con fe y devoción: “¡Oh Dios,
tú eres maravilloso en tus santos”!1677.
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